Al tablero las políticas de derechos territoriales indígenas en el PND 2014-2018

Al tablero las políticas de derechos territoriales indígenas en el PND 2014-2018

Los hallazgos de la auditoría que realizó la Contraloría General de la República a la Agencia Nacional de Tierras, en el marco de la implementación del Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018, reflejaron vacíos en relación a la garantía de los derechos territoriales de los pueblos indígenas.

Por Redacción CNTI

Según César Moreno, profesional especializado de la Contraloría Delegada para el sector Agropecuario y el Posconflicto, la Contraloría General de la República realizó la Auditoría de Cumplimiento, una de las modalidades del control fiscal para verificar la gestión de las entidades responsables de la restitución de derechos territoriales de los pueblos indígenas y de los procesos de formalización y acceso a los territorios de estas comunidades.

Catalina Sarmiento, abogada de la misma Contraloría Delegada, apuntó que la auditoría dejó en evidencia que en el periodo de 2015 a 2018 hubo una brecha considerable entre el presupuesto solicitado por la ANT y el valor finalmente asignado por el Ministerio de Hacienda, ya que no se entregó más del 40% de las sumas requeridas para las aspiraciones territoriales de los pueblos indígenas.

Así mismo, señaló la disminución en la cantidad pedida por la ANT en 2019, ya que de aproximadamente $138.324.200.000 en 2018, pasó a $38.107.243.726. Según la funcionaria, esto puede indicar “dificultades en la identificación y valoración de las necesidades de las comunidades indígenas o la ausencia de un ejercicio real que justifique esa estimación de las necesidades”.

Respecto al avance en la política de seguridad jurídica de los territorios indígenas por parte de la ANT, en las vigencias comprendidas entre 2016 y 2018, la auditoría encontró que de las 1.198 solicitudes hechas por las comunidades indígenas, el 74% fueron heredadas del Incoder y el 26% fueron recibidas después de la creación de la Agencia en 2015. La resolución de estas solicitudes fue precaria en el periodo estudiado, ya que solo se avanzó en un 4% de ellas (43 solicitudes), siendo destinadas para constitución 277.774 hectáreas y 593.137 para ampliación de resguardos.

En cuanto a los requerimientos de protección de los territorios ancestrales, que representaban a ese momento 125 solicitudes, ninguna resolución fue expedida para darles respuesta. En las metas establecidas de los proyectos de inversión (2016-2018) no se planteó una sola para resolver los procesos de protección y entre 2018-2019 se plantearon tres metas sin llegar a tener resolución.

César Moreno, como parte del equipo de auditoría y frente al compromiso de la caracterización de los territorios indígenas, en conformidad con el plan de acción establecido en la Comisión Nacional de Territorios Indígenas, señaló que en las vigencias estudiadas de la ANT “no existe una caracterización de los territorios indígenas, de tal manera que se pueda distinguir cuáles serían los horizontes para lograr la atención de estas solicitudes ni la adopción de un plan de titulaciones colectivas y no existen de manera clara unos criterios de priorización y focalización para la atención de estas solicitudes de constitución, ampliación, saneamiento o reestructuración de resguardos indígenas”.

La respuesta de la Agencia Nacional de Tierras

Yamile Rojas Luna, abogada y asesora en materia de relacionamiento con comunidades étnicas de la ANT, dijo que la agencia ha tenido que adelantar un proceso de identificación del cúmulo de solicitudes que estaban en el antes Fondo Nacional Agrario, a fin de avanzar en una caracterización nacional como un punto de partida para planear las estrategias a corto, mediano y largo plazo.

“Desde la entrada en vigencia de la Agencia Nacional de Tierras, hemos entregado 58 títulos de propiedad colectiva, que en términos de cuatro años es un avance significativo, dada la capacidad tan limitada que tenemos desde el punto de vista presupuestal. También hemos entregado más de 877.000 hectáreas a las comunidades indígenas del país. Esto es un avance también en términos de garantizar el título de propiedad colectiva que en últimas es lo que reconoce el derecho de las comunidades a su territorio”, señaló.

Aseguró que los compromisos de la ANT superan aproximadamente los 3 billones de pesos si se tiene en cuenta el cumplimiento de fallos de tutela, restitución de tierras, compromisos diversos con las comunidades étnicas históricas y demás. Enfatizó que aunque se tuviera el dinero, la capacidad técnica de la entidad no es suficiente para dar respuesta a todos los requerimientos, por lo que es necesario fortalecer la capacidad institucional.

Otro aspecto mencionado como una acción de mejora fue: “en cumplimiento del PND, veníamos en la identificación de algunos vacíos que tenían nuestros procedimientos y ha empezado toda una revisión al interior de la ANT, que nos permita a su vez empalmar con el equipo técnico que se está conformando con la CNTI, para poder subsanar ese tipo de vacíos que a veces limitan un efectivo desarrollo y resultado de nuestros procedimientos”.

Afirmó que actualmente están trabajando en la creación de un sistema de información y consulta interinstitucional que también esté abierto a las comunidades para identificar “cuáles son las necesidad de la tierra, dónde están los predios del Fondo Nacional de Tierras, cuáles son los predios que están en trámite de adquisición, dónde están las pretensiones territoriales de las comunidades a nivel nacional y, con esto, establecer también el estado actual de las solicitudes conforme a la verificación que estamos haciendo contra expediente”.

Los problemas se agravan por la falta de interés del Gobierno Nacional

Jhenifer Mojica, coordinadora del equipo jurídico de la Comisión Nacional de Territorios Indígenas (CNTI), extendió la invitación a la Contraloría General de la República para evaluar los tiempos que demora el Estado en garantizar los derechos territoriales de los pueblos indígenas y lo que tarda en responder las solicitudes mineras o de títulos de explotación de hidrocarburos. Esto debido a que, en general, la agenda extractiva se prioriza sobre el deber de garantía de los derechos territoriales indígenas.

Luis Alberto Higuera, asesor de la Contraloría Delegada para el sector Agropecuario, aportó a la discusión: “hay un problema estructural y tiene que ver con el presupuesto. Esa falencia presupuestal está indudablemente atada a otro debate que es la falta de voluntad política. No hay voluntad en trabajar por sectores como los indígenas de este país, de cumplir los acuerdos de La Habana, de cumplir las políticas concertadas de erradicación voluntaria de cultivos. Este informe lo que nos muestra es que las cosas no cambian, que los esfuerzos son casi inútiles y que la voluntad de los gobernantes está hacia otros sectores y otros intereses”.

A esto, agregó: “No existe una política coherente para el sector agropecuario y evidentemente la territorialidad indígena está atravesada y traslapada con toda la problemática del sector agropecuario. Un territorio indígena es a la vez minero, reserva, una disputa interétnica con un sector campesino o afro y es a la vez sujeto de un cultivo inmenso, entonces la gente que necesita ser sujeto de restablecimiento de sus derechos, como es la población indígena, no lo tiene”.

Feliciano Valencia, líder indígena del pueblo Nasa y senador de la República, manifestó que debatir estos temas en el Senado es complicado por pertenecer a la bancada de la oposición que es minoría y porque el movimiento indígena es víctima de señalamientos, estigmatización y juicios constantes. Recordó que se radicaron al menos 44 proyectos de ley en la legislatura pasada y todos se hundieron porque no se les dio trámite en las directivas de Cámara y Senado.

Respecto al tema presupuestal, mencionó que a la entonces ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, se le manifestó la necesidad de destinar 400.000 millones de pesos para cumplir el año pasado las rutas de las solicitudes priorizadas para los asuntos de tierras y que la respuesta recibida fue que “no había posibilidad técnica ni jurídica para la asignación de ese presupuesto”.

La situación se hace todavía más problemática, según el senador Valencia, porque “tristemente nos hemos dado cuenta en estos últimos días que esos presupuestos del PND y el acuerdo pactado son los que van a destinar para atender la pandemia. Es echarle mano a los recursos de acuerdos pactados, de anuncios para la satisfacción de necesidades básicas insatisfechas. Creíamos que la pandemia iba a tener recursos adicionales pero los van a tomar de lo que ya hemos venido concertando con el Gobierno. Lo poco que tenemos nos lo van a quitar para atender la pandemia”.

Reafirmó que hay un rezago institucional para cumplir el tema de acceso, legalización y formalización de las tierras y que existe una deuda histórica para que los derechos de los pueblos indígenas se puedan cumplir. “Hay vacíos normativos, es verdad, pero de lo que aquí más adolecemos los pueblos indígenas es la falta de presupuesto, la falta de interés y la falta de asignación de recursos para que todas estas rutas se puedan llevar a cabo”, concluyó.

Para finalizar, la abogada Jhenifer Mojica, coordinadora del equipo jurídico de la CNTI, hizo un llamado para garantizar la implementación del capítulo étnico del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y avanzar en la protección y garantía de la seguridad jurídica de los territorios ancestrales.

También recordó que si bien el tema de presupuesto es central y estructural, no es el único que soluciona este problema ya que también pasa por la coordinación y el fortalecimiento de las instituciones y por la voluntad política de resolver discusiones jurídicas, que se dan a la hora del reconocimiento de derechos territoriales que tienen que ser resueltos por la ANT, la URT y los jueces de restitución de tierras.

Para ver el video del Encuentro de Saberes, clic aquí:

La deforestación no es el único mal que ataca a la Amazonía

La deforestación no es el único mal que ataca a la Amazonía

Son varias las afectaciones que está sufriendo la selva tropical más grande del planeta y preocupan las prácticas que agudizan esta situación en el área colombiana. La presencia de compañías multinacionales dedicadas a la extracción y las actividades ilícitas sin control son los principales focos de destrucción de este valioso territorio.

Por Redacción CNTI

Teniendo en cuenta que la Amazonía no solo es importante para los pueblos que la habitan sino que es fundamental para el equilibrio natural del mundo entero, las discusiones se centran en evaluar sus problemáticas y plantear posibles escenarios que les den solución.

Gloria González, miembro de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible, señaló que “en los últimos años, prácticamente desde el 2015, en la Amazonía colombiana volvió a subir la tendencia histórica de la deforestación que ha sido un asunto con el cual se ha ampliado la frontera agrícola en Colombia, especialmente en los departamentos de Putumayo, Caquetá y Guaviare”.

Mencionó que las áreas objeto de deforestación en la actualidad se acercan cada vez más a ecosistemas estratégicos a nivel de los grandes corredores de conectividad entre los Andes y la Amazonía, así como entre la Orinoquia y la Amazonia.

¿Cuáles son las principales causas de esta problemática?

Wilter Rodríguez, delegado de la OPIAC ante la Comisión Nacional de Territorios Indígenas (CNTI), identificó el desplazamiento forzado de las comunidades campesinas como una de las razones por las cuáles se presenta deforestación en la Amazonía colombiana. Según su observación “en Colombia no hay un proceso claro que garantice que esos campesinos [en situación de desplazamiento] sigan cultivando sus tierras, entonces esto los lanzó a la Amazonía colombiana en busca de tierras fértiles o productivas”.

A su vez, manifestó que los problemas de comunicación con los mercados del centro del país han llevado muchas veces a estos campesinos a buscar otras fuentes de ingreso que representen mayores ganancias en menor tiempo, por lo que han acabado en actividades como la ganadería extensiva, la minería ilegal, la deforestación indiscriminada y el narcotráfico.

De igual forma, resaltó que la conexión entre la Orinoquía y los departamentos de Vichada y Guaviare con Guainía, ha provocado presión en los territorios por la lucha contra los cultivos de uso ilícito que generan daños colaterales en los territorios indígenas. Así mismo, lamentó la imagen reducida que se tiene de Guainía como un “territorio selvático, atrasado y sin personas” que fomenta el mal uso de los recursos económicos pues se destinan a la formulación de proyectos que toman la selva guainiana como una “finca deshabitada donde solo hay animales y por eso hay que ponerla a producir”.

Como otra de las causas, Fernando Fierro, abogado integrante de la Delegada para los Grupos Étnicos de la Defensoría del Pueblo, comentó que se ve al Amazonas “básicamente como una región periférica cuyo único rol en el juego de la construcción de país es aportar materias primas que tienen que ver con la madera pero también con los minerales”.

A esto agregó: “Cuando uno lee el Pacto por la Amazonía contenido en el Plan Nacional de Desarrollo actual, no figuran los pueblos indígenas en las metas del cuatrienio. Para la Amazonía colombiana se habla de llevar unas carreteras, interconectar, contribuir con los servicios básicos y habla de familias campesinas pero no se menciona a los pueblos indígenas. Ni qué decir del Plan de Desarrollo Departamental que acaba de ser aprobado, no recoge la protección de la biodiversidad étnica y cultural que es el sustento de esa diversidad biológica que expresa el bosque”.

Mateo Estrada, líder indígena de la Nación Siriana, dijo que lo que hoy se conoce como Amazonía colombiana antes era llamada territorios nacionales y que tras la Constitución de 1991 solo cambiaron los nombres, ya que de comisarías e intendencias pasaron a llamarse departamentos pero no tienen unas políticas públicas ni normas especiales para la Amazonía. Por lo tanto, expresó que uno de los primeros actores involucrados en la deforestación es el mismo Estado, porque especialmente hacia las décadas de 1970 y 1980, promovió la colonización de tierras para aquellos que habían sido expulsados de sus territorios.

La importancia de los pueblos indígenas en la Amazonía

Para el jurista Fernando Fierro, las afectaciones que sufre esta región se deben en gran medida a una incomprensión de lo que significa la Amazonía. Resaltó que “más que un conjunto de árboles que se ven desde el satélite, es sobre todo un ámbito cultural. Esa extensión, esa exuberancia de ese bosque enorme del que depende la vida del planeta es una unidad biocultural, resultado de una ocupación dinámica [de los pueblos indígenas] que va poblando el territorio de manera armónica con los ciclos naturales y que permite que el bosque no solamente se mantenga sino que se regenere y vaya teniendo esa vocación de expandirse y de mantenerse en el tiempo”.

Añadió que los poderes centralizados han desconocido históricamente la importancia y los aportes hechos por los pueblos indígenas, por lo que los acuerdos para proteger la Amazonía no tienen en cuenta la construcción cultural que se entreteje en el territorio y facilitan la entrada de procesos que lo afectan directamente, sin tener en cuenta el factor social.

Sobre la protección jurídica de los territorios indígenas y las ETIs

Respecto a la situación que vive actualmente Guainía, relacionada a la deforestación y la polémica municipalización de Barrancominas, el delegado Wilter Rodríguez mencionó que este es uno de los departamentos golpeados por el conflicto armado en Colombia y que a día de hoy persisten situaciones graves de despojo que no han sido resueltas, pues las entidades gubernamentales esperan formalizarlos por medio de la legalización de áreas no municipalizadas.

“Hemos enviado diferentes solicitudes, exigencias al Gobierno nacional y en especial a la Agencia Nacional de Tierras (ANT) para que formalice nuestros territorios y así poder tener efectivo funcionamiento de estos, pero han hecho caso omiso y están esperando que sea municipio para así legalizar estos despojos de territorio que son faltas gravísimas”, puntualizó.

El abogado Fierro mencionó en este contexto el Decreto 632 de 2018 que estableció el procedimiento para que funcionen de manera transitoria las Entidades Territoriales Indígenas (ETIs). Se refirió a ellas como “una victoria histórica de los pueblos amazónicos en esa reivindicación de sus sistemas de conocimiento como formas de gobierno que deben ser reconocidas y respetadas en un Estado que se define a sí mismo como pluralista y respetuoso de la diversidad étnica”.

Sin embargo, expresó con preocupación que después de un proceso largo de diálogo se logró la expedición del decreto y por diferentes situaciones se ha dificultado su implementación, dando pie a la llegada de otras figuras como la municipalización a través de una jornada de consulta previa (con tres días de duración) que, según sus palabras, estuvo plagada de inconsistencias y atropellos contra los pueblos indígenas, y que dio como resultado un modelo que no necesariamente responde a una forma adecuada de administración y ordenamiento del territorio en esta zona del país.

“Tenemos una legislación que reconoce no solamente los derechos sino unas formas de garantía de esos derechos. El propio Marco Constitucional y la adopción de normas internacionales aquí indicarían que tendríamos todo para que las ETIs fueran adoptadas con la mayor celeridad en tanto entendiéramos su importancia para la vida de los pueblos y para la vida general de todos nosotros como esa relación entre territorios y culturas”, acrecentó Gloria González de la FCDS.

También dejó claro que esto no ha sucedido porque “alrededor del ordenamiento territorial, del ordenamiento político administrativo del país, existen intereses muy fuertes sobre esos territorios y sus recursos pero también unas lógicas de corrupción enormes”.

Cifras preocupantes y recomendaciones

Camilo Niño Izquierdo, secretario técnico indígena de la CNTI, mencionó la deuda histórica que el Gobierno nacional tiene con los pueblos indígenas de la Amazonía frente a la seguridad jurídica de sus territorios. Como lo expuso, actualmente hay más de 235 solicitudes de ampliación, constitución y saneamiento de resguardos en el país, mientras que a 2019 se hablaba de 158 títulos otorgados en la Amazonía para la explotación de recursos. Resaltó que el problema no es solo la deforestación sino las dinámicas tanto ilegales como legales que recaen sobre los territorios ancestrales.

Para Wilter Rodríguez, es importante crear mecanismos para la protección territorial de la Amazonía, basados en el respeto de la diversidad étnica y cultural, que apunten al fortalecimiento del gobierno propio. Para Mateo Estrada, el Gobierno y la comunidad internacional deben reconocer las autoridades indígenas y sus proyectos como los únicos planes de desarrollo y de sostenibilidad para el futuro de la Amazonía, además de garantizar espacios permanentes de participación para los pueblos indígenas.

Gloria González, economista y especialista en hábitat en países amazónicos, aseguró que esta región “debe comprenderse por parte del país desde una lógica diferente de lo que significa el bosque en pie, las culturas vivas, los territorios que tienen otra misión y otra visión de desarrollo que no es el sustituir la cobertura boscosa por otras coberturas tipo ganadería porque la ampliación de esta no puede seguir siendo a costa de nuestras selvas”.

Camilo Niño de la Comisión Nacional de Territorios Indígenas finalizó diciendo: “estamos haciendo un llamado a las entidades que tienen una responsabilidad de garantizar la seguridad jurídica de los territorios para que miremos a la Amazonía, que creemos un plan estratégico para avanzar en la protección jurídica de una forma decidida, ágil y manifiesta que no solo avance como lo han demostrado con el tema de la creación de municipios, ya que la muerte de la selva es la muerte de los pueblos”.

Informe de la CNTI al Relator Especial sobre los derechos de los pueblos indígenas de la ONU, advierte riesgo de etnocidio en Colombia

Informe de la CNTI al Relator Especial sobre los derechos de los pueblos indígenas de la ONU, advierte riesgo de etnocidio en Colombia

El Relator Especial sobre los derechos de los pueblos indígenas publicó el informe elaborado por el Observatorio de Derechos Territoriales de la Comisión Nacional de Territorios Indígenas, respecto a las afectaciones sufridas por los pueblos indígenas durante la pandemia del COVID-19.

El documento evidencia cómo las medidas tomadas por el Gobierno nacional durante la emergencia sanitaria y que responden a su interés de acelerar la economía, han favorecido el accionar delictivo de grupos armados que están operando en la impunidad, así como han contribuido al avance de proyectos extractivos que se llevan a cabo en los territorios indígenas. Esto debido a que dichas agrupaciones avanzan mientras las comunidades acatan las medidas de aislamiento.

El informe entregado al Relator el 19 de junio hace hincapié en la amenaza que representan para la seguridad jurídica de los territorios ancestrales: la militarización de los territorios, la intención de reactivar las aspersiones aéreas con glifosato, los desalojos a comunidades urbanizadas forzosamente, los hechos victimizantes relacionados al conflicto armado y el desplazamiento masivo de pueblos indígenas en plena pandemia.

De hecho, el Observatorio de Derechos Territoriales registró con preocupación un incremento del 53% en el asesinato de líderes indígenas en el contexto de la pandemia, comparado con el mismo periodo en el año anterior.

¿Cuáles son los impactos del COVID-19 en los derechos territoriales de los pueblos indígenas en Colombia?

Para el Observatorio, “la pandemia afecta de manera particular a comunidades indígenas porque aunado a la precariedad en la garantía del derecho a la salud, los territorios de las comunidades étnicas tienen un rezago significativo en el índice de condiciones de vida frente al resto de la población”. Además, destaca las problemáticas que se viven en los territorios, debido a la presencia de grupos armados y la persecución política en contra de autoridades y comunidades indígenas.

Por lo tanto, los meses de aislamiento preventivo y la ausencia de lineamientos efectivos por parte del Estado, encendieron las alarmas por estar configurando un posible escenario de etnocidio, ya que “han significado una desmedida e irresponsable exposición de los pueblos indígenas al contagio y a la muerte y, con ello, a su eventual exterminio cultural, a la violación de sus derechos fundamentales, a la militarización de sus territorios y a su afectación irreversible producto de las implicaciones que tienen las medidas de reactivación de la economía nacional”.

El estudio recoge también las iniciativas de autocuidado a las que han tenido que recurrir las comunidades para contener el avance del virus, pues este ya ha alcanzado al 54% de los pueblos indígenas del país, con más de 3.030 contagios y 114 fallecidos confirmados a la fecha.

Para consultar el informe, clic aquí:

Julio: el mes más violento para los pueblos indígenas de Colombia

Julio: el mes más violento para los pueblos indígenas de Colombia

31 de julio de 2020.

Por Redacción CNTI

La pandemia del coronavirus ha intensificado las problemáticas de los pueblos indígenas. La vulneración de sus derechos fundamentales y territoriales, así como los atentados contra la vida de sus representantes, han aumentado durante la emergencia sanitaria.

July Calderón, coordinadora del Observatorio de Derechos Territoriales de la Comisión Nacional de Territorios Indígenas, evidenció que desde el inicio de la pandemia se han registrado 40 asesinatos de miembros de pueblos indígenas, lo que representa un crecimiento del 53% en estos crímenes respecto al mismo periodo del año anterior.

También llamó la atención respecto a lo sucedido desde el sábado 25 de julio hasta el miércoles 29, con el asesinato de seis miembros de pueblos indígenas, tres de ellos de la misma familia del pueblo Zenú en Córdoba y que originó el desplazamiento de dos cabildos indígenas de la zona hacia el casco urbano de San José de Uré. A este se sumó el feminicidio registrado en el resguardo del pueblo Nasa en Jambaló, norte del Cauca, el atentado contra una familia y el asesinato de dos integrantes del pueblo Awá en Barbacoas, Nariño.

Aida Quilcué, lideresa de la nación Nasa y consejera de derechos humanos en la ONIC, dijo: “de agosto del 2018 hasta el 12 de julio de 2020, el confinamiento creció y tenemos 15.781 personas confinadas, 12.205 en situación de desplazamiento forzado, 512 amenazas, 187 homicidios, 87 atentados y 82 afectaciones al territorio recopiladas por el Centro de Documentación de la ONIC, por lo que podemos decir que, en tiempos de pandemia los intereses de hacer daño a los pueblos indígenas, aumentaron”.

A su vez, denunció que “han llegado muchos panfletos y no terminan siendo solo eso, sino que se está materializando lo que dicen. Hay unas zonas en el Cauca donde ha aumentado el narcotráfico por distintas razones, vemos cómo en las rutas del narcotráfico están asesinando mucha gente. Es muy complicado porque lo que hace cinco meses no se veía, muchas camionetas de alto cilindraje con hombres armados para arriba y para abajo, pone en riesgo a muchas comunidades, no solo indígenas sino también campesinas y afrocolombianas”.

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Líderes y lideresas indígenas de Colombia: en riesgo por acciones de actores armados

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30 de julio de 2020.

El Observatorio de Derechos Territoriales de la Comisión Nacional de Territorios Indígenas, se refirió al mes de julio de 2020 como el más violento para estas comunidades, ya que desde que iniciaron las medidas para enfrentar la pandemia del COVID-19, se ha registrado un crecimiento del 53% de asesinatos en contra esta población, para un total de 40 asesinatos cometidos desde el 25 de marzo hasta el 28 de julio.

De hecho, desde el 25 de agosto de 2019 hasta el 18 de julio del presente año, se habían reportado 253 asesinatos de miembros de pueblos indígenas, a los que se sumaron en los últimos días el atentado contra una familia Zenú en San José de Uré, Córdoba, que generó el desplazamiento de dos cabildos indígenas, así como el asesinato de Sonia Bisbicuz y el exgobernador indígena Fabio Guanga en el  resguardo Awá de Ñambi Piedra Verde, ubicado en el municipio de Barbacoas, Nariño.

La situación de Colombia en el mundo

El informe publicado en julio por la ONG Global Witness y titulado en español “Defender el Mañana”, estableció que Colombia fue el país más peligroso del mundo para los defensores de derechos territoriales en 2019, representando el 30% de los asesinatos documentados a nivel mundial. América Latina, la región más afectada por los asesinatos de líderes y lideresas, registró el año pasado 148 de los 212 casos a nivel mundial, mientras que solo en Colombia se perpetraron 64 de ellos.

Según el reporte, los crímenes fueron dirigidos contra personas involucradas en la defensa del territorio frente a la minería y las industrias extractivas, la agroindustria, la explotación forestal, la sustitución de cultivos ilegales y otros casos relacionados a la pesca, la caza ilegal, entre otros. Para Global Witness, “Los grupos indígenas (en Colombia) estuvieron particularmente en riesgo: representan la mitad de los asesinatos documentados, a pesar de representar solo el 4,4% de la población”.

Es importante aclarar que las conclusiones son obtenidas de los datos debidamente registrados. Sin embargo, existe una preocupación latente ante los casos que, debido a las mismas condiciones de amenaza o falta de acceso a las vías de denuncia, no son documentados y generan una situación de subregistro en la que no es posible dimensionar la totalidad de las afectaciones sufridas por los defensores en sus territorios.

El derecho fundamental territorial indígena en Guainía está en riesgo por la colonización y la deforestación

El derecho fundamental territorial indígena en Guainía está en riesgo por la colonización y la deforestación

La Comisión Nacional de Territorios Indígenas (CNTI) alerta sobre la grave vulneración de derechos en los territorios indígenas del departamento de Guainía, que ha terminado en la colonización, la deforestación, la profanación de territorios ancestrales y la afectación a los espacios sagrados, así como en la amenaza a las comunidades para que abandonen sus territorios.

Según datos de la Agencia Nacional de Tierras (ANT), a julio de 2019 había once (11) solicitudes de legalización sin resolver, además de dos (2) para la protección ancestral en Guainía. La falta de seguridad jurídica en los territorios indígenas (certeza de su reconocimiento) es un factor que ha propiciado el aumento de la colonización en los mismos. Otra causa que ha agudizado la colonización ha sido el establecimiento de entidades territoriales, como fue la creación del municipio de Barrancominas bajo el Decreto 1454 de 2018.

Sin embargo, tres meses antes de que se creara el municipio en territorios ancestrales indígenas, el Gobierno emitió el Decreto 632 de 2018, a través del cual se establece el procedimiento para que funcionen de manera transitoria las Entidades Territoriales Indígenas (ETIs) en áreas no municipalizadas de Guainía, Amazonas y Vaupés, hasta que el Congreso expida la ley.

Esta figura, que reconoce los espacios habitados por los pueblos indígenas y brinda garantías para que estos ejerzan sus propias formas de organización, debía funcionar de manera transitoria hasta la legalización de los territorios por la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial. No obstante, el Gobierno avanzó hacia la creación del municipio de Barrancominas y ha puesto trabas para garantizar la autonomía a los pueblos indígenas a través de las ETIs.

Los obstáculos para su formalización y la falta de titulación de tierras por parte del Estado colombiano han generado una situación de vulnerabilidad en la que los territorios son amenazados por los procesos de colonización. Los responsables buscan explotar los recursos naturales históricamente protegidos por las comunidades indígenas, sin pensar en el daño ambiental y social que pueden generar.

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