En el cierre de la COP30, levantamos nuestra voz colectiva para afirmar una verdad que el mundo no puede seguir ignorando: no hay futuro posible sin los Pueblos Indígenas. Aunque esta cumbre fue presentada como la “COP indígena”, nuestras voces continuaron siendo excluidas de las decisiones clave de la Convención Marco de Cambio Climático (CMNUCC).
Desde nuestros territorios —que concentran gran parte de la biodiversidad del planeta— insistimos en que no hay salida a la crisis climática sin nosotros. Somos quienes habitamos, protegemos y cuidamos los bosques, ríos, montañas y ecosistemas que regulan el clima del mundo. Nuestros sistemas de conocimiento sostienen el equilibrio de la vida; sin embargo, nuestras propuestas siguen fuera de los espacios donde se toman las decisiones globales.
A pesar de enfrentar los impactos más profundos de la crisis climática, seguimos excluidos del acceso directo a los fondos climáticos y de los mecanismos de decisión vinculantes. Esta exclusión es incompatible con la urgencia que exige la emergencia climática.
Alertamos, además, que sin salvaguardas robustas la llamada transición energética se convierte en un nuevo ciclo de despojo. Las economías “verdes”, la minería de transición y los megaproyectos energéticos ya están presionando nuestros territorios. Sin reconocimiento de nuestros derechos y sin garantía plena del Consentimiento Libre, Previo e Informado (CLPI), la transición energética no transforma nada: solo repite la historia de violencia extractiva.
Recordamos al mundo que nuestros derechos territoriales, nuestra autodeterminación y nuestra participación plena están reconocidos en instrumentos internacionales de derechos humanos. Exigimos que se cumplan sin excepción en todas las decisiones climáticas.
La COP30 cerró sin adoptar un plan para abandonar los combustibles fósiles, lo que representa la mayor derrota del encuentro. La presión de los países aliados a la industria petrolera y gasífera frenó cualquier avance real. Esta omisión revela que la Convención aún no reconoce el peso y la urgencia de una transición energética verdadera. Sin una salida clara de los combustibles fósiles, no existirá transición justa ni protección efectiva de nuestros territorios.
A pesar de estas limitaciones, reiteramos: seguiremos defendiendo la vida y los territorios más allá de las COP, como lo hemos hecho milenariamente. Nuestro compromiso con la Madre Tierra no depende de las negociaciones internacionales; es un mandato espiritual, político y colectivo.
Desde Belém, enviamos un mensaje firme: Los Pueblos Indígenas no somos un actor simbólico. Somos la raíz viva de las soluciones reales.
¡Defender los territorios es defender la vida!






